viernes, 24 de junio de 2011

¿Nuevo PRI? Bah, un voto por un vaso de refresco en Estado de México

El PRI no cambia. Podrán gastarse carretadas de dinero en propaganda para hacernos creer que lo contrario, pero el lobo cambia de piel, pero no de mañas. Porque, cuando llega la hora de las elecciones, sacan el manual de trucos —ése que se hereda y se engrosa de generación en generación— para ganar a como dé lugar. Si no me cree, le invito a observar el siguiente reportaje de Efekto TV en un mitin de Eruviel Ávila, candidato del tricolor a la gubernatura de Estado de México.


Es simplemente indignante. Los mitines son la manera arcaica de mostrar el músculo del partido —o como leí en Twitter, de mostrar quién la tiene más grande—. El acarreo, una de las prácticas más añejas del príismo, permanece inmutable a través de los tiempos. El PRI sigue aprovechándose de los pobres, los campesinos, los analfabetas, para llegar sus reuniones (y sus egos); y les intercambian el voto por una despensa, una torta, un artículo promocional —o en este caso, un vaso de refresco y unas galletas— . Lo peor es que el candidato ni siquiera se digna a aparecer, pues sabe que sólo con el puro nombre del partido le basta y le sobra. Como díria Abel Quezada, ese genial caricaturista: votemos por el que pongan.

Ése es el príismo arraigado, el del voto duro, el que probablemente haga ganar a Eruviel Ávila la gubernatura. Poco importa el nombre del candidato, sus promesas, su plataforma o sus propuestas: mucha gente acude a las urnas a llenar una boleta porque así le dijeron, porque así le enseñaron sus padres o porque le regalaron una paupérrima comida (pero comida al fin). Porque a la gente hay que darle pan y circo —como la Feria Nueva Alianza en Chalco— para grajearse el voto de los olvidados. Y así, una vez pasadas las elecciones, olvidarlos otra vez hasta que sus valiosos sufragios se necesiten de nuevo.

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